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fin del mundo.
Ese amanecer dejamos atrás la tierra; habíamos fracasado. En los rastrojos de un mundo reseco y maltratado quedaban desmenuzados para siempre sentimientos de derrota: Romances, pasiones, promesas, anhelos, amores sin rumbo...
La ambición el egoísmo y el odio ganaron la partida, fueron siempre un paso por delante. Dejábamos atrás el planeta que nos acogió y vio nacer durante milenios, y pese a superar adversidades y vencer a enconados enemigos, habíamos sido incapaces de preservarlo. Partíamos rechazados por una naturaleza que nos expulsaba como lo que éramos: Parásitos, virus, bacterias devastadoras. Con los corazones deshechos dejábamos el lugar que una vez fue un paraíso, donde amamos, odiamos, sentimos y en definitiva, donde aprendimos a ser quienes éramos.
Me aferré a la escotilla, desde la que podía ver el jardín de mi infancia, mi cuerpo temblaba enfebrecido. ¿Qué jardín podría sobrevivir a un lugar donde las plantas habían sucumbido a los rayos gamma y el sol abrasaba? ¿Qué ser vivo podría continuar subsistiendo en un planeta colapsado por novecientos mil billones de seres? En cambio, los círculos de aluminio que conformaban el túnel por el cual discurrí, estaban donde siempre y allí permanecerían.
Por fortuna me quedaba ella. Desde hacía un buen rato se había instalado junto a mí y allí seguía, en silencio, compartiendo mi profunda amargura. Superamos siempre los trances más difíciles y en cambio ahora ¿por qué la voluntad de una raza de espíritu indomable se veía de pronto doblegada? ¿Por qué deshojar tanta belleza tras tenerla al alcance y haberla disfrutado? Lo sabía. No había más alimentos. Y donde no hay alimentos, con tal de echar un bocado, los espíritus desarrollan formas malignas e irracionales. El desorden y el canibalismo se habían extendido y ahora no quedaba nada. ¡Nada qué hacer ni por lo cual luchar! Todo estaba perdido. ¿Todo? ¡No! Iríamos a Marte. Allí había hombres que nos esperaban. No tenía miedo, estaba tan seguro de mí mismo como de nuestra estirpe.
Giré sobre mí y nuestras miradas se encontraron. Allí estaba Lisa. Sus ojos negros como el azabache brillaron con intensidad al mirarme, y su pelo rubio pareció lustrarse sobre su preciosa nuca. Su embarazo estaba ya en avanzado estado de gestación. No lo dudaba, pensé con renovada esperanza, iba a ser un orgulloso padre de una prole de diez ratas, o tal vez más...
Pronto estaríamos listos. Volveríamos a luchar y a vencer en la batalla definitiva...
José Fernández del vallado. 2 Septiembre. 2007. Arreglos abril 2009.
La Batalla Definitiva.
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minas
Cuarenta y seis años, soltero y cansado de involucrarme en empleos sin sentido, falseando e incluso mintiendo por mandato supremo de la operativa del banco o empresa en la que trabajara. No sé de donde surgió la idea, pero decidí hacer algo nuevo. La sugerencia partió de una amiga que tenía conexiones con ciertas ONG.
Me destinaron a Angola, a un lugar situado en Lunda Sur, provincia diamantífera al nordeste. A un centro de asistencia para menores refugiados. Conocí a personas valiosas, como: La Superiora María dos Santos, el doctor Mavinga Péres, y sobre todo a una joven enfermera atractiva y muy agradable, llamada Alexandra Kamuenho. Aparte de desempeñar tareas de contabilidad ayudaba como auxiliar de enfermería, y empecé a trabajar codo con codo con Alexandra.
Un día ella estaba poniendo una vía a un paciente, me pidió que le alcanzara la botella del suero. Me acerqué por detrás, acababan de baldear el suelo, resbalé y sin querer caí en posición indecorosa sobre sus nalgas. Atorado por los nervios traté de solventar la situación y no hice sino entorpecerla, resbalando de nuevo y buscando asidero en sus senos. Para mi sorpresa se giró y mirándome de una forma endiablada, me besó.
Desde aquel día mi vida cambió. Por las noches venía a mi barracón y la armábamos. Nuestra situación pasó a convertirse en un secreto a voces. Otra vez vino a mí sonriente, me abrazó me besó y tomándome con ímpetu de la muñeca, emocionada, puso mi mano sobre su vientre. Estaba embarazada.
Los meses transcurrían y éramos felices. Un fin de semana se nos ocurrió escaparnos de excursión, íbamos cantando en el coche, sus ojos negros brillaban radiantes de felicidad. Apagó el casete un instante y con timidez confesó que me quería, pero necesitaba orinar, me reí divertido, la carretera era nuestra. Paré, bajó corriendo hacia la maleza. Salí a respirar aire fresco, di la vuelta al vehículo y me quedé paralizado frente a un cartel de logotipo inconfundible: Una calavera. Debajo en letras rojas, ponía: ¡PERIGRO MINHAS!
Me volví hacia Alexandra y ¡no estaba! Alguien canturreaba más allá. Aterrado miré y la descubrí entre el verdor de aquel prado. Estaba riéndose y me hacía señas alegre. Chillé que no se moviera, comprendió y su rostro se oscureció de terror. Vi sus huellas, no había espacio para las dudas. Caminado sobre ellas me adentré y logré alcanzarla y tomándola en brazos, palpitando, regresé por el mismo camino.
Para colmo, varios hombres que pasaban por allí, en lugar de tranquilizarnos, daban gritos de alarma. Me recuerdo con los pies sobre el firme llorando y riendo, acariciando y besando a Alexandra, los hombres también reían bebían y cantaban de felicidad.
Me quedé en Angola. Ahora “vendo zapatos de bebé, sin usar.” Excepto el par que compré para nuestro bebé, un muchacho ya mayor. Coloqué sus zapatitos sobre el secreter, junto a los retratos de familia. Los miro, los palpo, los beso, y entiendo que hicimos algo nuevo. Volver a nacer.
José Fernández del Vallado. josef. abril 2009.
Hacer algo nuevo.
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amor,
sirena.
Hola cariño. Confieso, que no es fácil ni aún para un escritor consagrado como yo expresar desde aquí los sentimientos de belleza, calor, armonía y bienestar, que con solo pensar en ti emanan en mi interior de forma espontánea y del modo más natural que mi corazón puede percibir, fluyen hacia tu ser. Te quiero. Quizá esa expresión resuma en dos cortos vocablos muchas más percepciones de las siquiera imaginables.
Al principio y desde que llegué a la ciudad, tu ciudad, descubrirte no fue solo algo hermoso; implicó mucho más. En mi interior profundamente enterrado bajo un manto de invierno gris e impenetrable, se produjo una inusitada revolución que dio lugar a un resquebrajamiento de las frías y pertinaces capas de hielo que con el tiempo habían ido acumulándose hasta embotar mis sentidos. Comprendí que algo importante me estaba sucediendo, dejé a un lado todas mis asignaciones y comencé a dedicarme a ti. Y cuando por fin las ligaduras cedieron, pude ver los brotes tiernos de una primavera floreciente, e intuí en ti a la persona que eres; mucho más compleja, por supuesto, que una dócil e ingenua mujer bondadosa. Puesto que tu interior oculta de forma celosa y magistral riquezas que solo día a día y gota a gota se van abriendo a la perplejidad de mis ojos de hombre maravillado.
Comencé a citarme contigo a diario, siempre en el mismo lugar, que parece ser destino de tu preferencia; y sólo permaneciendo a tu lado aprendí a descubrir la multiplicidad de tu bello interior y empecé a comprender. Mis ojos se fueron abriendo con una nueva alegría que irradió por completó mi espíritu dañado y pude cerciorarme de como aquel primario: “Te quiero” se estancaba en la nada en tanto yo me iniciaba en un nuevo segmento del proceso, el cual, ante mi creciente asombro y deslumbramiento, se transmutaba en un: "Te amo." Y así fue. Me di cuenta de que el amor es la reacción consecuente que cada célula, partícula, átomo, de mi débil cuerpo de humano experimenta por ti y hacia ti. Así pues cada vez que hablaba contigo desebaba con más fervor tocarte, besarte, amarte, mientras suspiraba por ti, por tenerte a mi lado, y ser capaz de abrazar esas hermosas formas de tu cuerpo y tú… tú, seguías manteniéndote altiva en tu lugar.
Soñaba contigo despierto. ¿Cómo sería palparte? Sentir tu tacto, tu piel, ese cabello broncíneo, esos ojos grandes de mirada serena, esa boca de labios finos bien delimitados y esas manos delicadas con dedos largos y precisos. Pero sobre todo admiré la serenidad que destilaba tu semblante.
Así es cariño. Soñé con el día en que por fin estaríamos juntos contemplando las estrellas y solo entonces y tal vez, las respuestas a tantas preguntas que todavía asaltaban las entrañas y nuestros corazones, obtendrían su respuesta de una forma contundente.
Yo me diría:
“¿Es esta hermosa y correcta mujercita que se recuesta sobre mí y a quien acaricio con ternura, la mujer de mi vida?”
De las estrellas me llegaría una respuesta breve pero clara:
“Sí, lo es. Por descontado.”
Y cuando al tiempo tú te hicieras la misma pregunta obtendrías una respuesta similar.
Sólo entonces, y sin decirnos palabra, hablándonos con la mirada, nos aceptaríamos mediante un beso suave, dulce y concluyente, que sellaría nuestra unión por el resto de nuestras vidas.
Cariño queda una sola pregunta y una sola duda. ¿Por qué no viniste a reunirte conmigo el día en que me arrojé a las aguas para ir junto a ti? A veces me resultas un poco fría. Aunque lo sé. Las aguas del mar de Copenhague están heladas y yo casi perezco de hipotermia. Claro que a día de hoy comienzo a preguntarme: ¿Debo mostrarme agradecido a estos hombres por haberme salvado la vida? o ¿Hasta qué punto desean realmente ayudarme estos señores de las batas blancas? Sabes. Ellos dicen cosas malas. Injurias sobre ti que no me agradan en absoluto. A veces insinúan… que estás muerta y que tan sólo eres ¡una escultura!: ¡La sirenita de bronce de Copenhague! sostienen. Menuda locura, menuda desfachatez ¿verdad mi amor? Ja… Los dos sabemos que tú eres una sirena pero real como la vida misma.
Claro que amor, una última pregunta. No te enfadarás ¿verdad? Dime ¿Por qué nunca contestas a mis cartas? ¿Acaso ya no me amas? ¡Yo en cambio siempre te querré!
¡Mil besos! De tu amor:
Enrique López Mesa.
Con todo mi amor, de tu amor…
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Exterminio,
Treblinka.
AVISO.
AUNQUE HE PROCURADO SUPRIMIR DETALLES MORBOSOS, ESTE DOCUMENTO REFLEXIÓN PUEDE O PODRÍA RESULTAR ALGO DURO EN SU CONTENIDO. RUEGO ABSTENGANSE DE LEERLO LAS PERSONAS SENSIBLES O FÁCILMENTE ALTERABLES.
GRACIAS.
Hoy, a cierta hora de la mañana, de pronto un nombre se instala en mi cabeza: Treblinka. Abro Google busco y descubro que fue un campo de prisioneros, más adelante averiguo que fue más que eso; se trató de un campo de exterminio. Comienzo a leer un documento que refiere lo que fue aquel lugar. Tras encarar los primeros párrafos me detengo un instante –necesito hacerlo – trato de escribir una sola palabra, no lo consigo; me doy cuenta enseguida, no hay palabras para definir los horrores que van quedando impresos en mi mente; las imágenes desoladoras, crueles, infames. Pienso, trato de pensar en la humanidad, sin ser capaz de imaginar o tan siquiera abarcar la magnitud de las barbaries cometidas por nuestra gran y civilizada humanidad. Al fin y al cabo quienes lo hicieron fueron seres como yo y vosotros mismos…
Quiero aclarar algo; no hago esto como mero panfleto publicitario. No soy judío – y aunque lo fuera – según mis principios, nunca podría estar de acuerdo con el comportamiento y la política actual beligerante del gobierno que representa a un estado, supuestamente, sionista. Sólo leo, me limito a leer algo que fue una realidad espantosa y aplastante. Pienso en aquellos vagones atestados de gente inocente y los veo. Leo mientras los veo:
“Tres trenes llegaron en dos días, cada uno con tres, cuatro, cinco mil personas a bordo, todas de Varsovia... Así que llegaron tres trenes, y desde que la ofensiva contra Stalingrado estaba en su apogeo, los convoyes de judíos eran dejados a un lado de la estación de tren. Lo que es más, los vagones eran franceses, hechos de acero. Así que mientras cinco mil judíos llegaban a Treblinka, tres mil morían en los vagones. Tenían las muñecas cortadas, o simplemente estaban muertos. De los que bajaban del tren, la mitad estaban muertos y la otra mitad locos…”
No entiendo y apenas comprendo… ¿Cómo se puede y se pudo llegar a algo de una magnitud tan espeluznante? Trato de escribir, de racionalizar, pero las imágenes de lo que debió ser aquello me lo impiden… No, no puedo seguir. Escribir sobre esto me asquea y sobrepasa, es superior a mis fuerzas. Aún así sigo leyendo:
“Los apilábamos [en la rampa]. Miles de personas apiladas una encima de la otra en la rampa. Apiladas como madera. Además de esto, otros judíos, aún vivos, esperaban ahí durante dos días: las pequeñas cámaras de gas no podían dar a basto. Funcionaron día y noche durante aquel período.”
Voy a cerrar el documento, pues no hay debate en torno a esta horrible masacre, y comenzaré a vivir otro tiempo. ¿Otro tiempo? De pronto me doy cuenta, no es cerrar el documento y el debate lo que debe de hacerse sino abrirlo ¡abrirlo! para que toda la podredumbre que encierran las arcas de aquella matanza despida sus olores hediondos: “El hedor de los cuerpos en descomposición se podía oler hasta a diez kilómetros de distancia” e invadan hasta sofocar y quien sabe si tal vez alumbrar nuestros decrépitos y desorientados cerebros de una vez por todas. Pues dado el camino que llevamos caeremos, volveremos a hacerlo, nos revolcaremos de nuevo en nuestra propia vergüenza.
Como humanidad hemos batido todos los record posibles de degradación, como humanos hemos resultado ser un fracaso y estamos a punto de culminar nuestro ciclo acogotados por el mayor castigo de la fuerzas de la naturaleza que jamás hayamos experimentado y que nosotros mismos, mediante nuestra torpeza y enaltecimiento (proclamándonos siempre la raza superior), hemos desencadenado. Muchos seguimos siendo egoístas y nos vanagloriamos, no llegaremos a verlo, pero ¿qué hay de nuestros hijos, de nuestra descendencia, de nuestra simiente, de la carne de nuestra carne? Ellos sí sufrirán las penalidades. Prosigo leyendo, no puedo ya dejar de hacerlo…
“Los pasajeros del tren eran salvajemente sacados del convoy, separados por sexo se les ordenaba desnudarse a la llegada a los campos de concentración o de exterminio. En invierno, la temperatura comúnmente caía a menos - 4ºC. Las SS escogían a quienes irían a la enfermería. La técnica consistía en apresurar el proceso completo mientras golpeaban a todos los recién llegados…”
¿Cómo nos hemos entronizado? Qué clase de sitial hemos conquistado y quién… ¿¡quién nos lo ha concedido!? ¿Nos lo regaló nuestro omnipotente Dios occidental el Dios Alá del Islám o el Buda hindú? Nadie. Nadie nos ha adjudicado nunca jamás, nada. De hecho estamos solos en esto y como tal debemos pensar y actuar. En cuanto a todos aquellos que apelan a la responsabilidad mientras viven su doble vida, la doble moralidad, he conocido gente así; quienes por un lado leen la Biblia y por otro maltratan o castigan a los débiles niños en los colegios. Profesores autosuficientes que hacen de la doble moralidad su ley; así vivían los nazis. Por un lado eran terribles asesinos de niños, mujeres, ancianos, familias enteras, y por otro, padres modélicos. Yo me pregunto ¿cómo puede ser que el humano sea tan cínico y a la vez tan estúpidamente engreído, cuando a excepción de la tortuga el caracol y algunos insectos sin comparación, somos los seres más lentos y torpes que existen sobre la tierra? Sigo leyendo:
“En septiembre de 1942 se construyeron nuevas cámaras de gas. Podían liquidar a tres mil personas en dos horas. En 1965, después de un informe del Dr. Helmut Kraunsnick, director del Instituto para la Historia Contemporánea en Múnich, la Corte de Casación en Düsseldorf concluyó que el número de personas asesinadas en Treblinka ascendía al menos a 700.000. En 1969, la misma corte, después de tener nueva evidencia revelada en un informe por el experto Dr. Sheffler, elevó el número a 900.000. De acuerdo con los guardias alemanes y ucranianos que estaban estacionados en Treblinka, se cree que el número de víctimas estuvo entre 1.000.000 y 1.400.000…”
Estamos barajando cifras astronómicas 1.400.000 equivale a liquidar a una ciudad completa y respetable en cuanto al número de individuos… Estamos confirmando que algo desproporcionado, una masacre sin parangón, se cometió de forma premeditada en el día a día. La verdad, me horroriza solo pensar si hubiera tenido que ser uno de esos judíos que se encargaban de recoger a los muertos y limpiar los vagones, sabían que estaban muertos, dado que ellos mismos debían considerarse cadáveres andantes inmersos en una espantosa pesadilla o refriega que no le deseo ni al peor de mis enemigos. Hoy en día, de una forma u otra, casi todos tienen o tenemos enemigos. Pero una cosa es tener enemigos de una manera más o menos civilizada y estúpida, ya que no podemos ser mejores, y otra el asesinato bestial, irracional y discriminado que unos humanos llevaron a cabo contra otros hombres en su día de la forma más vergonzosa y rastrera… posible.
Hoy, aquí, en mi casa, sentado cómodamente mientras escribo, me resulta tan difícil de concebir. Por desgracia siempre he dicho que la realidad supera a la ficción; mis ojos se detienen llorosos en especial sobre un párrafo:
“Los hombres por un lado y las mujeres y los niños por el otro, debían desnudarse. Un camino vallado y camuflado, conocido como el “tubo”, llevaba del área de recepción a la entrada de la cámara de gas, situada en el área de exterminio. Las víctimas eran obligadas a pasar desnudas por este camino y entrar en las cámaras de gas, señalizadas falsamente como duchas. Una vez que las puertas de la cámara estaban selladas, un motor que se encontraba fuera del edificio bombeaba monóxido de carbono al interior, matando a todo el que estuviera dentro."
Cierro el documento. No hay más que añadir. Excepto algo en lo que hemos de seguir incidiendo aunque nos suene a tópico reiterado, pues por desgracia, la matanza étnica ya se ha producido de nuevo en algunas zonas del mundo:
“Por muy DESAGRADABLE que RESULTE y por mucho que nos AVERGÜENCE, informarse de aquello que COMETIMOS Y SUCEDIÓ, ES FUNDAMENTAL. Para que nunca, JAMÁS, vuelva a ocurrir.”
José Fernández del Vallado. Josef. Junio 2008
Treblinka.
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vida.
Lo llamaron Air, de aire, Ángel de ángel, y Happy Illusion: Feliz ilusión.
A Aircangel Happy Illusion lo hallaron lloriqueando en las bodegas del mayor avión de línea conocido, el Airbus A 7000. Obviamente, alguna madre embarazada y solitaria lo debió de engendrar durante el transcurso de horas que la aeronave empleaba en dar la vuelta al mundo sin repostar. Y, aunque buscaron y dieron con su posible madre entre los más de siete mil pasajeros que componían el vuelo, cuando la hallaron días después, su cuerpo ya era una especie de pasta en emulsión que flotaba en las veredas del Támesis.
Aircangel Happy Ilusion fue adoptado con cariño e ilusión por la tripulación del Airbus. Creció a caballo entre múltiples aeropuertos, tales como: Barajas, Jhon fitzgerald Kennedy, Gatwik, Orly, Santiago de Chile, Xinhua, Ezeiza Ministro Pistarini, Ciudad de México, Jorge Chávez etc…
Confinado siempre en la división de carga del avión, tenía una pequeña sección que habitaba y muy pronto encontró su lugar en la nave.
Todo comenzó una tarde mañana o anochecer a la vez; puesto que el avión se desplazaba a una velocidad tal que cubría en apenas veinticuatro horas tres vueltas completas a la tierra, en tanto realizaba escalas puntuales de apenas quince minutos de demora en cada aeropuerto. Ya que todo se realizaba con una precisión y velocidad asombrosa, digna de dichos tiempos futuribles.
Aquel día la estrella era “Luciano Tabanetti,” un violinista italiano. Se hallaba en el interior del avión, en el gran salón de conciertos decorado con revestimientos de raso en rojo y una hermosa araña central de la cual pendían dos millones de lágrimas que relucían con el brillo y transparencia de cristalinos fragmentos de hielo. Alzado en una tarima, en el centro del escenario, en tanto su público consumía una opípara cena, deleitó al personal sin apenas descanso durante las horas que duró la velada, y cuando se dispuso a finalizar, observó a un chico menudo de pelo oscuro, ojos negros y profundos, brazos delgados y planos como fetuchinis, sentado en una silla junto a una columna, que sin quitarle el ojo de encima lo observaba con cara de fascinación.
Resuelto a amenizar la velada de forma original y decidido a hacer la gracia de momento, haciéndose el generoso, invitó al chico a que tomara el violín y tratara de sacar una nota.
Quienes presenciaron aquella noche dicen, que en el momento en que Aircangel Happy Ilusion entró en contacto con el violín experimentó una sacudida similar a un espasmo o calambre, que suscitó que la gente riera a carcajadas y que a su vez Luciano Tabanetti se sonrojara de complacencia con su feliz ocurrencia. Pero a continuación, y anticipándose a que el maestro se diera el gusto de impartir una clase sobre el manejo del violín, el muchacho ya lo había situado con precisión entre el hombro y la barbilla; y mucho antes de que asimismo le enseñara a situar el arco sobre las cuerdas, ya arrancaba unas primeras notas que mantuvieron en silencio abrumador el inmenso salón.
Las notas que Aircangel Happy Ilusion obtuvo del violín de Luciano Tabanetti eran, aparte de desconocidas, de un preciosismo y delicadeza tan increíbles, que a Luciano Tabanetti se le escapó de la boca el cigarrillo que se acababa de encender. Aquella melodía parecía fluir por sí sola y llenaba los espacios de una belleza y armonía jamás experimentadas con anterioridad. Aircangel prosiguió en su estado de gracia durante casi un cuarto de hora, y cuando terminó, el aplauso fue tan apabullante que Luciano Tabanetti supo de antemano que, debido a su ingenua estupidez, acababa de perder el empleo.
Viajar en el Airbus A 7000 en el que Aircangel Happy Ilusion interpretaba se convirtió en un acontecimiento vedado sólo a personalidades, millonarios, y empresarios de toda índole. Quienes, después de escuchar su música salían no solo cautivados, sino curiosamente transformados en mejores personas.
La música de Aircangel llegó a hacerse tan célebre que las multinacionales discográficas se peleaban por obtener los derechos de autor y obtener su música grabada en CD. La sorpresa: Aircangel no parecía demostrar el menor interés en grabar ni en ganar dinero, ya que como él mismo aseguró a sus paternos de la compañía, con estar allí y tocar ya era sumamente feliz. De modo que fueron ellos, la gente de la compañía, quienes finalizaron por convencerlo de que registrar su música podría ser beneficioso, no sólo para él sino para toda la humanidad.
Aircangel accedió con una condición. No saldría a grabar a tierra, la grabación habría de realizarse en directo y en el interior de la nave.
Y así fue. No obstante, cuando se hubo completado, los técnicos de sonido comprobaron con asombro que sus instrumentos de grabación no habían obtenido un solo registro. Desconcertados, al día siguiente decidieron repetir la función; finalizó con idénticos resultados.
Tras meses de estudio expertos en registros y mediciones de todo el mundo alcanzaron una conclusión. La música de Aircangel ciertamente existía, pero trascendía como si tuviera lugar en un plano diferente perceptible sólo para el sofisticado oído humano, y no así para los instrumentos de grabación que pese a sus múltiples avances, todavía estaban un paso por detrás de la naturaleza.
La vida de Aircangel continuó relajada, puesto que a una gran mayoría de personalidades no les sentaba bien aquello de que les variase su temperamento – aunque fuera para bien – y sobresaltados, lo iban dejando un poco de lado.
Aircangel contrajo matrimonio con Monica una bella mejicana que se topó en su camino a los vestuarios y lo encandiló con su mirada dulce y serena. El enlace tuvo lugar, como no, en el avión. De aquél salieron al mundo Air Fast Gonzalez y Bell Fast Gonzalez niño y niña respectivamente.
Cierto día comunicaron a Aircangel una noticia que lo entristeció. El Airbus A 7000 era ya un avión antiguo e iba a realizar sus últimas tres vueltas a la tierra.
Se encerró en su cabina y se negó a salir de ella en todo el viaje.
Entonces sucedió lo impensable. Durante el trayecto de su penúltima vuelta a la tierra el Airbus A 7000 sufrió una avería eléctrica irreparable en su único y enorme motor, y por primera vez en más de cincuenta años, el que fuera considerado como el avión más seguro del mundo, quedó fuera de control, planeando a una altura de veinte mil metros y en descenso hacia un accidente irreversible.
De los siete mil hombres que componían el pasaje sólo había paracaídas disponibles para trescientos. Todo parecía perdido cuando, surgiendo entre una multitud que descompuesta por el pánico corría hacia ninguna parte, portando el violín en sus manos, allí mismo, en el centro del salón y corazón de la nave, se situó Aircangel Happy Ilusion y comenzó a interpretar una dulce y a la vez exotérica melodía. Y tanto niños como mujeres y hombres, fascinados, se fueron sosegando, olvidaron su pavor y se acurrucaron a sus pies. En breves instantes el salón entero estuvo colmado por siete mil almas que escuchaban en silencio, con ojos encandilados, el violín de Aircangel; mientras, la melodía alcanzaba en madurez e intensidad, las notas mecidas y acariciadas por aquellas manos mágicas fluían y flotaban, se extendían por sí solas y se iban condensando en un hermoso in crescendo que envolvió a la multitud hasta conformar un solo magnífico que adquirió la intensidad de un grandioso huracán de cálido viento y provocó que muchos lloraran de regocijo y alzaran sus ojos al altísimo techo del aparato. A continuación, el sonido emitido fue un tañido musical moderado, muy moderado y moderato cantabile… precioso, sin igual, dulce y arrullador...
Pasajeros y tripulación, incluido su comandante, cayeron en un sueño envolvente y profundo y para cuando despertaron, el avión reposaba cómodamente en medio de una preciosa playa en un espléndido atardecer trópical.
Los primeros en salir parpadeando los ojos al crepúsculo de un astro escarlata que dominaba el horizonte, fueron el comandante y la tripulación. Perplejos descubrieron en la distancia una sombrilla y bajo ella perfilarse un físico ligero. Era Aircangel Happy ilusion, quien por primera vez en su vida había sido capaz de salir del avión y nada más hacerlo, parecía haber hallado un lugar en perfecta sintonía con su música, donde establecer su alma junto a la de su mujer y sus hijos para el resto de sus días. Y así sucedió.
José Fernández del Vallado. Josef. Noviembre 2007. Arreglos mayo 2008.
Aircangel Happy Illusion.