Imperio.
Posted in alienígena, hormigaMe costó años darme cuenta. Vivía atrapado en una jaula de la que no deseaba salir. El hecho es que ni siquiera me interesaba entablar relación con los humanos. Mi nave se había estrellado y averiado de forma irreversible hacía cuarenta y ocho años, y los cabronzuelos de los norteamericanos, no me desvelaron que era alienígena hasta pasados los cuarenta.
Ahora, era un viejo extraterrestre, sin nada que aportar a la NASA ni a la humanidad.
Con toda mi familia fallecida en el accidente y criado en reclusión desde que fui bebé, tenía poco que hacer. Por su puesto; mi sexualidad se fue desarrollando mientras crecí. Empecé a ser un problema cuando constataron que era capaz de fertilizar a cincuenta mujeres al tiempo sin que fueran conscientes, se asustaron bastante ante la perspectiva. Yo en cambio, no lo encontré tan extraño, podían haberme metido a Jeque en un país árabe. Por el contrario, tuve que conformarme con mi vida monástica hasta el día que descubrí que podía entablar conversación con las hormigas. A partir de ese momento, me dispuse a organizar un Imperio, ya que averigüe que lo mismo que estaba capacitado para preñar a cincuenta mujeres humanas, podía hacerlo con cien mil ejemplares de la variedad: Hormiga del Fuego, la cuales, al atacar, inyectan un veneno que causa una irritación importante. Por otra parte, no llegué a entablar relaciones satisfactorias con la: Hormiga Argentina, demasiado apegada a su tierra, ni con la Hormiga Loca, que además de estar mal de la chola, apenas soporta los rigores del clima; y menos con la Hormiga León, en exceso, belicosa.
Tras constatar que había demasiadas variedades de hormigas, y, al igual que los humanos, jamás se pondrán de acuerdo, abandoné mis planes y me dediqué a la aburridísima empresa en la que ahora me veo inmerso. Se trata de seducir a una sola mujer. Creo que dominar esta ardua tarea me llevará el resto de mis días. Ah, un detalle. Tampoco sé mi fecha de caducidad. ¿Comprenden lo que eso supone? Tal vez me resten todavía, por poner un ejemplo, tres mil años humanos de vida... ¡Menudo rollazo! ¿No?
José Fernández del Vallado. Josef.
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