Porqué estoy en guerra.
Posted in Reflexión. Ayer quise escribir sobre la guerra que nunca he vivido y que nunca... ¿viviré? Una guerra que sin embargo asola a mi mundo y sin quererlo, también hoy a mis entrañas. Porque por mucho que crea o me digan que no estoy en guerra es una burda patraña. Pues sí, lo estoy...
Estoy en guerra contra una iglesia que proclama: “No mentirás”, mientras utiliza el lenguaje del doble rasero, negocia con el rico y dice ayudar al pobre, a quien ni siquiera presta una mísera porción de su cada vez más abultada fortuna, que oculta y atesora con celo en su fortaleza del Vaticano,y que utiliza tan sólo, para engrosar el caudal de altos cargos eclesiásticos.
Estoy en guerra contra los Estados que hablan de paz, de mejoras, de ayudas, de vida y de bienestar... en falso; mientras fabrican y venden armas, crean nuevas guerras, y encima ahora parecen haberse confabulado en dirigir una campaña que deje en mal lugar a las ONG (únicas asociaciones que ayudaban al tercer mundo) y casi lo están consiguiendo.
Estoy en guerra contra “las multinacionales.” Las cuales venden estabilidad económica cuando en lo que se afanan de verdad es en su particular carrera por crecer y lucrarse, en tanto esquilman y desestabilizan los recursos naturales de nuestro planeta y de las naciones en las que depredan.
Estoy en guerra contra la creencia errónea de nuestra sociedad occidental que considera correcto e ideal todo aquello que hace. Cuando no es capaz de admitir de igual a igual, con tolerancia y amplitud de visión, ideologías o culturas tan antiguas o más que la occidental, y que en lugar de compartir, asumir y aprender, erradica.
Estoy en guerra contra los vehículos y máquinas a combustión originados a partir de los hidrocarburos, pues considero que este combustible daña el sistema ecológico, y dado el nivel de tecnología alcanzado, sustituirlo por cualquier energía limpia de forma casi inmediata resultaría sencillo. Si esto no se ha llevado a cabo hasta la fecha, sólo es debido a los intereses de las multinacionales y a las naciones ricas implicadas en ello.
Estoy en guerra contra la industria farmacéutica, quien con fines de lucro y debido al elevado coste que impone a los fármacos, necesarios para salvar a millones de seres humanos, no hace sino reconducir nuestro mundo hacia un espantoso holocausto.
Estoy en contra de nuestra sociedad; pues a la vez que se pavonea de su democracia se maneja de forma dictatorial, y funda su avance en una mentira sostenida e increíble que de hecho hacen creer quienes participan directamente de ella; es decir, aquellos que están en la cúspide social. Tal teoría recibe el nombre de: “Bienestar Social,” y resulta aplicable tan sólo a ellos mismos: magnates y financieros. Mientras que el resto: funcionarios y trabajadores, vivimos sometidos a un régimen clasista y esclavista, amarrados o lo que es lo mismo estafados, mediante el compromiso del capital. Nada más sencillo que involucrarnos en la trampa del “mercantilismo a plazos” para atraparnos de por vida en un quehacer rutinario, interminable y diario, que de resultar vulnerado, de hecho, culmina considerando al sujeto como un delincuente peligroso y un vago.
Estoy en guerra contra la hipocresía de una humanidad que sigue creyéndose superior, cuando todavía no ha demostrado nada en absoluto, sino todo lo contrario. Destruye su entorno, es cruel con sus congéneres animales con quienes trata de desmarcarse y quedar por encima, y consigo mismo, mientras cava su fosa a diario. Los protocolos sobre el clima y demás hasta ahora sólo han resultado acontecer como meras pantomimas para aplacar los ánimos de quienes reclamamos acciones, y poco o nada se ha hecho cuando hace tiempo que el planeta nos advierte mediante claros síntomas, que no soporta ni podrá soportar más nuestro maltrato diario, anual, centenario y milenario.
Por último estoy en guerra contra la misma guerra y contra el egoísmo del hombre, pues mi deseo es vivir en paz. Pero... ya que de las premisas anteriormente citadas no se cumple una sola ¿será posible vivir en paz en la Tierra alguna vez? Sinceramente creo que no. De modo que permanezcan en sus cómodos sillones y aguarden el torbellino fatal de desgracias que, de no invertirse la tendencia, sufriremos en sólo unas décadas.
Por suerte “Yo no veré ese final...” ¿o si? Resulta tan fácil y egoísta expresarse de esa manera -¿verdad?- y sobre todo cuando una gran mayoría lo hacemos así. Pasamos el testigo y declaramos: “Yo no lo veré.” Pero lo cierto, y aunque nos pese, es que ya hemos empezado a vislumbrarlo. Háganse idea. Así pensamos los arrogantes seres humanos: “Yo no lo veré...” Pero ¿quiénes vienen a continuación? ¡Nuestros hijos! ¿Y es esta la herencia que les vamos a dejar...? Un “¿Yo no lo veré?”
Para que esto no sea una falacia apúntate a mi guerra... Desde ahora es ya tú guerra. Empieza la lucha hoy mismo. Si cada uno de nosotros hace otro tanto y piensa de la misma manera tal vez podamos invertir la tendencia... ¡Ahora! – “Tú sí lo verás” –
Erróneo o no, al menos es un planteamiento diferente al... - “Yo no lo veré.”-
Un saludo. Nos vemos en el siguiente capítulo de este Planeta, porque deberíamos lograr que así fuera. ¿Habrá un hasta siempre en lugar de un... jamás?
José Fernández del Vallado. Josef. Noviembre 2007.
Estoy en guerra contra una iglesia que proclama: “No mentirás”, mientras utiliza el lenguaje del doble rasero, negocia con el rico y dice ayudar al pobre, a quien ni siquiera presta una mísera porción de su cada vez más abultada fortuna, que oculta y atesora con celo en su fortaleza del Vaticano,y que utiliza tan sólo, para engrosar el caudal de altos cargos eclesiásticos.
Estoy en guerra contra los Estados que hablan de paz, de mejoras, de ayudas, de vida y de bienestar... en falso; mientras fabrican y venden armas, crean nuevas guerras, y encima ahora parecen haberse confabulado en dirigir una campaña que deje en mal lugar a las ONG (únicas asociaciones que ayudaban al tercer mundo) y casi lo están consiguiendo.
Estoy en guerra contra “las multinacionales.” Las cuales venden estabilidad económica cuando en lo que se afanan de verdad es en su particular carrera por crecer y lucrarse, en tanto esquilman y desestabilizan los recursos naturales de nuestro planeta y de las naciones en las que depredan.
Estoy en guerra contra la creencia errónea de nuestra sociedad occidental que considera correcto e ideal todo aquello que hace. Cuando no es capaz de admitir de igual a igual, con tolerancia y amplitud de visión, ideologías o culturas tan antiguas o más que la occidental, y que en lugar de compartir, asumir y aprender, erradica.
Estoy en guerra contra los vehículos y máquinas a combustión originados a partir de los hidrocarburos, pues considero que este combustible daña el sistema ecológico, y dado el nivel de tecnología alcanzado, sustituirlo por cualquier energía limpia de forma casi inmediata resultaría sencillo. Si esto no se ha llevado a cabo hasta la fecha, sólo es debido a los intereses de las multinacionales y a las naciones ricas implicadas en ello.
Estoy en guerra contra la industria farmacéutica, quien con fines de lucro y debido al elevado coste que impone a los fármacos, necesarios para salvar a millones de seres humanos, no hace sino reconducir nuestro mundo hacia un espantoso holocausto.
Estoy en contra de nuestra sociedad; pues a la vez que se pavonea de su democracia se maneja de forma dictatorial, y funda su avance en una mentira sostenida e increíble que de hecho hacen creer quienes participan directamente de ella; es decir, aquellos que están en la cúspide social. Tal teoría recibe el nombre de: “Bienestar Social,” y resulta aplicable tan sólo a ellos mismos: magnates y financieros. Mientras que el resto: funcionarios y trabajadores, vivimos sometidos a un régimen clasista y esclavista, amarrados o lo que es lo mismo estafados, mediante el compromiso del capital. Nada más sencillo que involucrarnos en la trampa del “mercantilismo a plazos” para atraparnos de por vida en un quehacer rutinario, interminable y diario, que de resultar vulnerado, de hecho, culmina considerando al sujeto como un delincuente peligroso y un vago.
Estoy en guerra contra la hipocresía de una humanidad que sigue creyéndose superior, cuando todavía no ha demostrado nada en absoluto, sino todo lo contrario. Destruye su entorno, es cruel con sus congéneres animales con quienes trata de desmarcarse y quedar por encima, y consigo mismo, mientras cava su fosa a diario. Los protocolos sobre el clima y demás hasta ahora sólo han resultado acontecer como meras pantomimas para aplacar los ánimos de quienes reclamamos acciones, y poco o nada se ha hecho cuando hace tiempo que el planeta nos advierte mediante claros síntomas, que no soporta ni podrá soportar más nuestro maltrato diario, anual, centenario y milenario.
Por último estoy en guerra contra la misma guerra y contra el egoísmo del hombre, pues mi deseo es vivir en paz. Pero... ya que de las premisas anteriormente citadas no se cumple una sola ¿será posible vivir en paz en la Tierra alguna vez? Sinceramente creo que no. De modo que permanezcan en sus cómodos sillones y aguarden el torbellino fatal de desgracias que, de no invertirse la tendencia, sufriremos en sólo unas décadas.
Por suerte “Yo no veré ese final...” ¿o si? Resulta tan fácil y egoísta expresarse de esa manera -¿verdad?- y sobre todo cuando una gran mayoría lo hacemos así. Pasamos el testigo y declaramos: “Yo no lo veré.” Pero lo cierto, y aunque nos pese, es que ya hemos empezado a vislumbrarlo. Háganse idea. Así pensamos los arrogantes seres humanos: “Yo no lo veré...” Pero ¿quiénes vienen a continuación? ¡Nuestros hijos! ¿Y es esta la herencia que les vamos a dejar...? Un “¿Yo no lo veré?”
Para que esto no sea una falacia apúntate a mi guerra... Desde ahora es ya tú guerra. Empieza la lucha hoy mismo. Si cada uno de nosotros hace otro tanto y piensa de la misma manera tal vez podamos invertir la tendencia... ¡Ahora! – “Tú sí lo verás” –
Erróneo o no, al menos es un planteamiento diferente al... - “Yo no lo veré.”-
Un saludo. Nos vemos en el siguiente capítulo de este Planeta, porque deberíamos lograr que así fuera. ¿Habrá un hasta siempre en lugar de un... jamás?
José Fernández del Vallado. Josef. Noviembre 2007.
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