sábado, 19 de abril de 2008

22

El Vaticinio.

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La isla era un segmento de tierra de apenas cincuenta kilómetros de largo por treinta de ancho, donde un verdor de voluptuosa limpieza solventaba con suavidad regios contornos, cuyas siluetas y cortaduras delineaban una superficie de trazos abruptos.

Mo, joven de piel blanca, cabellos negros, radiantes ojos de malaquita con iris alumbrados en pirita y una piel tersa y lustrosa era la imagen plausible y cesionaria de una dinastía de monarcas en declive. Mientras contemplaba con atención como la superficie del mar más allá de los arrecifes adquiría un matiz azul oscuro, para finalmente, en la línea del horizonte, regenerarse en índigo y difuminarse en gamas que iban del delicado jade a la turmalina y esmeralda, tomaba en consideración las palabras que su padre pronunció en la última gran asamblea. Había dicho:
“Llegará el día en que la estirpe de los guanohais cederán su dominio a seres de cabellos de sol llegados del mar en canoas de ébano con alas de plata.”
Y mantenía el convencimiento de que el final de ese tiempo, estaba allí, en su interior.

Recordó la primera vez, cuando las naves de los extraños surgieron de las tinieblas blanquecinas del horizonte. En principio le parecieron sublimes y silenciosas. Pero a continuación distinguió auspicios inquietantes. El ímpetu de los vientos no suspiraba a su paso, tampoco el arroyo declaraba con agrado su deleitable y singular murmullo de paz, ni siquiera la esperanza que trae consigo un fresco y nuevo amanecer irradiaba su fuerza proverbial, sino al contrario. Los tensos y agotados organismos que tripulaban las embarcaciones eran osamentas oscuras que invocaban chillidos radicales, similares a los de esos seres que habitan en las simas de la muerte.

Desembarcaron sin dejar de enarbolar el estigma de su Dios, un ser iracundo, que proclamaba con ostentación su indiscutible poder superior. En cuanto a los demás… ¿dónde quedaban? No había cabida para nadie en su mundo. Mo, joven de piel clara, en cierto modo como la de aquéllos dudó, pero los aceptó porque concluyó que quienes se proclamaban portadores de la fe de un Dios poseedor de la suprema sabiduría con tal certidumbre, debían de estar en el camino equilibrado.
Cuando raptaron a su padre y le conminaron a él y a parte de la población, antes de ser ajusticiados, a postrarse ante aquel Dios de agonía y guerra Mo y seis mil guerreros decidieron ampararse en las montañas y luchar.
Durante años se revolvieron con la furia intratable del huracán y las cumbres fueron suyas. Pero los valles, los remansos de los ríos, las praderas florecientes, las playas de fino y suave grano, y, en definitiva, los mejores espacios, permanecieron en manos de los hombres de cabellos amarillos; y sin esos terrenos una reina guanohai estaba abocada al desastre.

Los seres de cabellos rubios se hallaban tan exaltados con quienes se habían atrevido a desafiarlos que semana tras semana, mes tras mes, los perseguían con todo su ardor, hostigando y poniendo a prueba la habilidad de supervivencia de la hueste de aguerridos guerreros. Se produjo una fulgurante y atroz batalla, y de nuevo vencieron. Al atardecer, cuando el cielo se tiñó de escarlata como la sangre de los cadáveres, transportaron al jefe de cabellos rubios malherido hasta su refugio. En tanto, rencoroso, aquel Dios perverso no cesaba de aullar clamando venganza y destrucción.

Mo, acompañada de su guardia personal y su pequeña cohorte de servidores se presentó y presenció con fascinación la belleza salvaje del hijo del Dios maldito. Delirante lo tomó entre sus manos y lo retiró a sus aposentos donde lo atendió personalmente, hasta recuperarlo.
Mo y el hijo del Dios comenzaron a vigilarse de forma insidiosa e incluso angustiosa; hasta que los amaneceres empezó a vérseles vagar sobre las crestas de los farallones y barrancos que ahora constituían el reino inaccesible de Mo. Se obró el milagro, todos lo supieron, el amor había penetrado en sus corazones. Por lo tanto, según las leyes guanohai, a partir de ese instante sus deseos estarían unidos para siempre, y el pueblo indígena ya no podría continuar su lucha contra una raza que había dejado de ser enemiga.
Un amanecer, suspirando, el jefe de cabellos amarillos tomó con suavidad las manos a Mo y le hizo una firme promesa. No habría represalias aseguró, sino perdón, y la restitución de sus derechos incautados.

Descendieron a la semana siguiente. Y hubo perdón, aunque inmisericorde. La mitad resultó ajusticiada después de besar el santo crucifijo; en cuanto a los restantes fueron esclavizados. En lo que respecta al jefe de cabellos amarillos, cabe resaltar, cumplió su palabra. Murió condenado como “hereje y traidor” en la hoguera.
Mo, joven de piel blanca, cabellos negros, radiantes ojos de malaquita con iris alumbrados en pirita y una piel tersa y lustrosa, imagen plausible y cesionaria de una dinastía de monarcas en declive, derramó unas lágrimas cristalinas y cesó de escudriñar desde las celosías de la torre donde permanecía confinada de por vida, y apremiada por el dolor acuciante de su vientre agrandado tras nueve meses de embarazo, comenzó a estancarse en un viejo cofre de recuerdos hirientes. Pero, pese a las circunstancias, no se limitó a sentirse desgraciada sino al contrario. Ya que mientras alumbraba con ayuda de la partera, pensó. “Es verdad, los seres de cabellos rubios y su Dios han logrado imponerse, pero en el fondo son estúpidos.”
Lo cierto es que en su comunidad en primer lugar se habrían asegurado de ejecutarla para acabar con su descendencia. En cambio, aquel Dios único guerrero y de infinita sabiduría, para su asombro, había decretado que una vez gestada la vida no podría detenerse. Por lo tanto Mo era feliz, pues alumbraría a su sucesor.
Entre sudores, espasmos y gritos de dolor sintió con gratitud y alegría como su hijo Moa entraba en el nuevo mundo. Y recordó el mensaje de su padre:
“Llegará el día en que la estirpe de los guanohais cederán su dominio a seres de cabellos de sol llegados del mar en canoas de ébano con alas de plata.”
Y ante el pasmo de las beatas y la partera por primera vez olvidó la prohibición de pronunciar el idioma del Diablo, y entonando con ademán sonriente palabras suaves como susurros, sus labios dulces se abrieron y evocaron con mimo aquella cadencia desconocida para subrayar:
“Y llegará de nuevo el día en que la estirpe de los guanohais recuperarán su libertad arrebatada, entonces los seres de cabellos de sol llegados del mar en canoas de ébano y alas de plata, se unirán a nosotros, o bien se verán relegados a partir sin volverse a mirar jamás el lugar por el cual se revelaron...”

José Fernández del Vallado. Mayo 2007. Arreglos Abril 2008




22 libros abiertos:

Culto, hermoso, tus textos son películas que se gozan en la mente.

Besos.

Carlos dijo...

...me hiciste recordar la interrogante de por qué los Mohais de la Isla de Pascua están todos mirando hcia el mar, como esperando algo...


Saludos amigo!

Anónimo dijo...

que gran relato el tuyo y concuerdo con la opinion que te dejo Carlitos, abrazos desde aqui y un gusto venir a visitarte

Precioso cuento lleno de cultura... me gustan mucho estos relatos!

Un beso enorme, Josef!

bog_art dijo...

Muy bueno, y eso que soy muy reacio a leer en internet.. creo que tendré que concordar con Carlos y María.. gracias por tu visita a mi blog..

Cierto, te dejo este link.. http://loscuentosquecuento.blogspot.com/
Saludos!

Mos dijo...

Un cuento con historia. La historia que el hombre blanco no quiere recordar. La historia real de horror y muerte que padecieron los habitantes de l Nuevo Mundo.
Algo a tener en cuenta para no olvidar.
Saludos de Mos desde la ESFERA.

Por alguna razon tambien recorde Isla de Pascua, hermoso relato de amor y libertad...

Mr. TAS dijo...

hay mucho amor a las raices en cada una de las letras...

Las ventajas de la literatura sobre la historia es que a través de un texto salido de la imaginación de algún autor, se aprende más que en los libros históricos.

Alguna vez escuché decir en la tele a un politólogo que algún escritor muy reconocido -no recuerdo a quién se refería- dijo que iba a escribir una novela sobre los sucesos ocurridos en su país, antes de que los historiadores los echaran a perder y ergiversaran la realidad.

La literatura suele mentir menos que la historia.

Besos chilangos

Anónimo dijo...

Es un cuento con pulcritud impresionante: se nota la vena del autor. Maravilloso, hermoso, lleva de la mano por la historia narrada. Me pudo atrapar y fascinar.

Gracias por visitarme y así permitirme conocerte.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Maravilloso relato de leyendas indígenas, al menos alguna vez que esta historia de cruel derramamiento de sangre, termine aun que sea en ficción, en un final esperanzador.
un abrazo

Vivianne dijo...

Me encanta,es como estar viendo un film, detallas a la perfección,le das una entonación prodigiosa, te envuelve y pareciera estar allí, excelente Josecito!!!

Yessi dijo...

Pero que hermoso texto, tus narración tan detallada me ha transportado a tu historia.

Saludos.

Anónimo dijo...

que pases un grandioso miercoles

jess dijo...

Hermoso relato!!
Me pongo de pie y te ovaciono!!!

Me recordó la conquista de México, con el fenómeno socio-económico-cultural, denominado mestizaje.
Oh sí, mis antepasados indígenas, cuya sangre es mi sangre, a veces están tan presentes en mí que puedo retroceder hasta el año de 1521, y mi alma sufre al ver a un pueblo siendo sometido y adoptando costumbres ajenas.

Insisto, muy buen post!!!!

Trini Reina dijo...

Ahí quedó Moa para, de alguna manera, reinar sobre las gentes de su padre y de su madre.

Es un relato precioso Josef. Siempre es un placer leerte.

Un abrazo

Insisto... dijo...

Me asombra la capacidad que tienes para encandilar en tus letras.Me asombra lo interpretativo que eres en palabras no tan simples.Me asombras tu y tu.
El amor está en los rincones mas dificiles , en esas llanuras secas mas hóstiles.El amor no se busca...llega.

Impecable dije??..nu???...bueno immmmmmmmmpecable.

querido________José




são belíssimos os teus textos




de uma riqueza única



é um verdadeiro


prazer ler-te





besos

TORO SALVAJE dijo...

Un relato estupendo, me ha gustado.

Muy bien escrito.

Saludos.

loris lane dijo...

Yo me dejé llevar por el relato y no traté de asociarlo a ninguna idea preconcebida y te puedo asegurar que lo disfrute muchisimo...
No puedo evitar sentir solidaridad de sexo con Mo y pensar en el dolor que se siente al ser traicionado por el ser amado, pero me parece maravilloso el cambio que se opera al saberse portadora del heredero.
Saludos!!

No sólo el relato es bello y exótico y está bien tramado, la calidad literaria, amigo mío, se ve logradísima... y con metáforas e imágenes muy conseguidas.

Bravo, Josef!

María dijo...

Entré a tu blog a través de uno de ayuda por lo de ver los enlaces, y pinché en el tuyo, veo que tienes un blog precioso, enhorabuena.

Saludos.

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