lunes, 12 de mayo de 2008

29

La consulta.

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Aquella tarde, mientras aguardaba en la sala de espera de mi psiquiatra, las Navidades se acercaban de nuevo imparables y yo me preguntaba: ¿Por qué estaba allí? Qué había sucedido para que una persona en perfecto estado mental tuviera que asistir a un psiquiatra. Eché cuentas y me espanté. Llevaba acudiendo a la consulta diez años. ¡Diez! Una década y para qué, si yo era un hombre normal. De hecho me había forjado una familia, tenía un puesto de trabajo, una mujer adorable, mis mascotas Timi el perro y Candy la gata, y a las cuales Adela, mi hija de cuatro años, adoraba... Tenía todo cuanto un hombre puede desear en la vida.

Helena, la psiquiatra, me hizo pasar. Era un despacho pulcro y cuidado en una zona céntrica y cara de la ciudad. De hecho, cada sesión me costaba un riñón. ¡Uf! Me arruinaba, aquello me quemaba. Debía hacer algo y terminar con esa situación... ¿estresante? No. ¡Vamos! Si yo no estaba estresado. Ni siquiera entendía qué quería decir aquella absurda palabra.

Me invitó a sentarme mientras me ayudaba a despojarme del abrigo, hacía frío en la calle, en cambio allí dentro todo era cálido, tranquilo e incluso relajante. Se sentó donde siempre, frente a mí, en su lugar al otro lado de la mesa de cristal. Ella, siempre correcta, atenta, de hecho perfecta; sabía guardar las distancias. Sí, sabía comportarse y transmitir bienestar mediante esa mirada preciosa y aquel rostro firme y siempre... aburrido. ¿Aburrido? ¿Acaso yo la aburría? ¿Qué pensaría de mí? ¿Sería uno más en su ajustado horario de consultas? Nunca me lo había dicho y en realidad no sabía nada de ella, ni siquiera si estaba casada y tenía un marido insulso listo vago o imbécil. En cuanto a los fines de semana ¿iría de compras a los almacenes como hacía la mayoría de la gente mediocre? En cambio yo le contaba todo. Diez años dibujando con esmero los detalles más procaces bellos e insulsos de mi vida, diez años de sumisión y había olvidado el porqué estaba allí...

Me enfrenté a su mirada, me traspasaba, era capaz de hacerlo sin esfuerzo, estaba seguro. Me conocía mejor que a cualquiera de sus hijos si los tuviera ¿o los tenía? Hice un esfuerzo por mantenerme sereno y le pregunté.
- Helena. Dime. ¿Por qué estoy aquí?
No se inmutó. Moviendo los hombros, tan sólo contestó.
- Tú sabrás...
Permanecí mirándola en silencio, mientras me frotaba las manos. Estaban frías y tensas. Sobre todo tensas. Diez años y la seguía temiendo. ¿Y por qué la temía? ¿Por qué no se lo decía y acababa de una vez? “Helena te temo. Tu mirada me desconcierta y descentra por completo.” ¿Por qué en todo ese tiempo no fuimos capaces de compartir un solo café ni hicimos un esfuerzo para intentar ser amigos? Y por qué después de cada consulta tenía que dejar sobre la mesa esos ciento cincuenta papeles. ¿Por qué el dinero? ¿Por qué? ¡Exigía saberlo!
Claro... No exigí nada. En cambio, le contesté.
- No lo sé bien.
De nuevo sus ojos estaban clavados en mí. Utilizando su fascinante expresión de Madonna me dijo.
- No lo sabes, o no quieres saberlo.
El qué... ¿Qué era aquello que no quería saber? Dónde residía el misterio de mi vida, de mi pasado. Que yo supiera mi actitud como persona, como ser humano, había sido siempre intachable. Al menos mejor que la de cualquier desgraciado de... Mi mano izquierda comenzó a temblar. Con disimulo la oculté bajo mi brazo derecho. Eran ellos, los echaba de menos, los medicamentos. Para colmo no recordaba qué ración había olvidado tomar aquella mañana.
- Cuéntame... ¿Y cómo te va? Me preguntó.
Y qué... Qué contar cuando en mi vida no pasaba nunca de nada. Si era un continuo fluir del trabajo a casa y de casa al trabajo. Pero para esa clase de pregunta si estaba prevenido y llevaba respuestas preparadas. Utilicé una que tal vez sonara bien y conviniera.
- ¡Oh! Ja... Sabes. Ayer le compré un gatito a la Candy.
Permaneció mirándome inquisitiva unos segundos, sus labios esbozaron una sonrisa... ¿burlona? Y mirándome divertida, me inquirió.
- ¿Le has comprado una gatita a tu gata?
Mierda... Sin querer debía de haberme tomado el doble de ración de Orfidal y la memoria me fallaba. Sonreí nervioso y corregí.
- No... En realidad fue a mi hija. Sí, a mi hija...
- ¡Ah! ya. Y dime. ¿A cuál de tus cinco hijas se lo compraste? Me preguntó con renovados ojos de felicidad.
¿Cinco hijas? No tenía sólo... ¿una? Ya no había duda. Algún medicamento me estaba afectando, me inducía efectos contraindicados. Sin duda era culpa mía, por no leer una vez más los detalles de las posologías.
- A Adela... Sí, a Adela. Respondí, mientras hacía un esfuerzo para no gritar del miedo y la ansiedad.
Pero Helena ya se había dado cuenta. Nada pasaba inadvertido a aquellos ojos de ave rapaz ¿o de buitre?
Haciendo una mueca dolorosa, lo dijo. Preguntó exactamente lo que tenía que decir y lo que yo, retorciéndome los dedos, esperaba que dijera.
- ¿Necesitas que te extienda alguna receta?
Resoplé con júbilo encubierto. Al fin se producía lo que deseaba y en realidad lo único por lo cual acudía de nuevo a la consulta. Me apresuré a responder dando los datos que estaban a mi alcance.
- Pues sí doctora, en realidad necesito que me extienda unas cuantas. Verá... Se me terminó casi todo...
- Veamos, dijo ella. Hagamos un repaso a lo que estás tomando para ver si estás debidamente reforzado. Y comenzó.
- Humm... Para estabilizar tu estado ansiolítico tomas dos pastillas de Orfidal Wyeth. Una por la mañana y otra antes de dormir. ¿Correcto?
- Sí...
- Tres grajeas de veinticinco miligramos de Topamax antes de dormir como tratamiento preventivo contra las migrañas asociadas a tu stress. ¿Correcto?
- Sí...
- Dos Frosinor de veinte miligramos después del desayuno y dos más de Deanxit para la astenia y para prevenir la depresión crónica. ¿Correcto?
- Si. Bueno... no exactamente. Tuve que añadir un par más...
- ¿Cómo? ¿Un par más? ¿Te sentías tan... mal?
Sus ojos me exploraron de forma huraña y amenazante, me puse a temblar.
- En realidad yo... No lo sé. Solo sé que tuve que añadirlas...
Pareció relajarse de pronto y me miró con aprobación. Se echó hacia atrás sobre el respaldo de su cómodo sofá y añadió.
- Bueno... No es problema. Si te van bien continúas así. Sigamos.
Para regular los estados anímicos alterados y restablecer la percepción real del mundo que te rodea tomas las ocho capsulas durante la comida de Tropargal que te prescribí. ¿Correcto?
- Si, si...
- Ah, y además te voy a recetar seroxat, un antidepresivo de nueva estructura química, cuatro pastillitas diarias. ¿Podrás? Y para tu memoria que veo te flojea vitamina B1 y B12. Por supuesto no olvides vacunarte de la gripe este año también. No te me vayas a enfermar...
Resultaba curioso pero tampoco recordé haber enfermado de nada grave jamás...

Me pasó las recetas. Las guardé con manos temblorosas. Me ayudó a ponerme el abrigo y me acompañó hasta la puerta. Esbozó una sonrisa en cierto modo prescrita y me extendió una mano distante, que ya no formaba parte de su aséptica e intachable consulta. Era Navidad, aún así ni siquiera permitió que la despidiera dándole un beso.


José Fernández del Vallado. Josef.

29 libros abiertos:

mia dijo...

moderato...

me ha encantado

suelen perturbar

mientras curan,

los psiquiatras...

A estas alturas,

ya no tendrás las

respuestas,fin

de tu terapia...:-)


♥♥♥besos♥♥♥

a los sicologos , mejor no mirarlos mucho que en los ojos pueden ver lo que ni tu boca sabe pronunciar...
me transport ala musica que suena de fondo....
un saludo cariñoso..
siempre un placer visitarte...

para un psiquiatra, cada mirada y cada gesto son un síntoma

como sacerdotes, pero en vez de avemarías recetan ansiolíticos y antidepresivos para expiar las culpas...


un abrazo

M. J. Verdú dijo...

Te he dejado un regalo en mi blog

Fue peor el remedio que la enfermedad...

No comparto ese tipo de profesionales, que lo terminó enfermando. :(

Un besote Josef!

Carlos dijo...

...sabes que de verdad yo me enamoré de mi psicóloga luego de mi lesión?

Fue una rara historia, algún día irá a Lobos.


José, muy ingenioso y original el texto que creaste a partir de mi último post en Ciudad de Lobos :)


Gracias hermano, me lo guardo!

patri dijo...

Curioso y realista texto. Cuanta gente habrá en esa situación, sin saber cómo llegaron a ella.
Un placer leerte de nuevo.
Por cierto, cómo sabes mi profesión? por el perfil? me alegro que te guste, es dura pero muy bonita.
Besitos!

patri dijo...

Curioso y realista texto. Cuanta gente habrá en esa situación, sin saber cómo llegaron a ella.
Un placer leerte de nuevo.
Por cierto, cómo sabes mi profesión? por el perfil? me alegro que te guste, es dura pero muy bonita.
Besitos!

Mos dijo...

Desasosegante relato. Uf!, qué malestar me entra de pensar esa horrible situación del paciente y la psiquiatra.
Muy bueno Josef. La psiquiatra se encarga de seguir alimentándose de sus pacientes. Estos, con las pastillas, creen mejorar y se estabilizan. pero son como zombies andantes sin alma, como robots programados sin decisión propia. Terrible mundo este.
Saludos y abrazos de Mos desde la ESFERA.

Anónimo dijo...

Y eso que era un consultorio particular, si vieras lo que hacen estos sujetos en lo loqueros, no haz de ver pacientes sino autómatas.
Abrazos♥

Lara dijo...

Bueno, en los tiempos que corren no es de extrañar que acabemos todos visitando al psiquiatra, jajaja...
Muuuuuuuuuacks!

TORO SALVAJE dijo...

Me ha gustado la historia.

Seguro que eso pasa, si no igual de forma parecida.

La dictadura de las pastillas.

Saludos.

Que buena historia José, cuanta gente estará en esea situación? seguramente mucha, seguramente más de la que nos imaginamos.
Yo tengo una amiga, joven, talentosa, inteligente, con una carrera por delante y sin embargo no puede con la tristeza de la vida. El psiquiatra le da la cura fácil, esa que entra en un a frasco.

Yo tuve mi gran depresión el año pasado, con el duelo por la perdida de mi padre, y pense varias veces en ir, porque sentía que no podía salir sola.
Pero no fui....no se muy bien porque, quizas porque suelo llevar todo lo que me pasa a un plano demaciado intimista, y no podía permitirme que un extraño (psiquiatra) se metiera en los rincones más intimos de mi mente.
Fue así que decidí no ir...
y salir, por mi, o por él eso no lo tengo claro aún, pero hoy soy otra, hoy sonrio y vivo la vida de otra manera, las mismas cosas, pero iluminadas con otro brillo.
No fue fácil salir, pero más difícil era seguir así.
Yo creo que la sociedad esta tan apurada, que la gente ni siquiera se permite hacer sus duelos, darse sus tiempo, respetarse las necesidades, y entonces recurre a la salida rápida, algun químico que altere mi cerebro, que me haga creer que estoy bien cuando en realidad no he hecho mis procesos y esa cura milagrosa no existe.
una vez compre un libro que estuvo de moda hace unos años, y que al final regalé como muchos otros libros para que los pueda leer alguien más "Más Platon menos Prosac" saque varias cosas en limpio de ahí.

Vivianne dijo...

Dopados por la vida que claro manifiesto, con tanto tranquilizante uno se pierde momentos verdaderos, algunos ni siquiera te dejan ser de verdad, te transformas en ocasiones en seres más angustiosos y ápaticos, amistad con tu terapaeuta es casi imposible, a mi modo los veo muchas veces como mis carceleros arrogantes y distantes...
Un relato llevado a la realidad nada más que pedir excelente!!!

Enzo Antonio dijo...

Genial relato, me encantó.
No me gustaría llegar nunca a ese estado, tengo la impresión que es difícil salir de un hoyo así, y los remedios y estos psicólogos no ayudan mucho.
Un gran abrazo para ti.

M. J. Verdú dijo...

te he dejado un regalito para ti en mi blog

Insisto... dijo...

Como siempre impredecible tu final...yo imaginaba un beso, pero la mujer salió mas fría que un témpano jojojo
Además, creo que los psicólogos y siquiatras no pueden con sus propios trastornos, menos van a poder con uno si se afirman en teorías de Freud , que nunca entendieron.


Voy por vitaminas ¿B1, y b2 dijiste? jajajaja...ahh y cefalmín para las jaquecas. ;)


Cariñusssssssssss!!!

Basquiat dijo...

con paciencia nosotros mismos podemos sin "profesionales" encontrarnos la cura, saludos.

Hola querido Josef.

Tu relato me ha dejado pensativa... Creo que la realidad se fusiona con los sueños de manera voluntaria, cuando deseamos profundamente ese algo que no logramos alcanzar...

Gracias por compartirnos tanto.

Un beso grande.

loris lane dijo...

Hola josef.
Buena historia. La verdad es que yo he visitado a psiquiatras dos veces en la vida y mis experiencias han sido muy positivas.
De hecho, es chistoso, pero en varios test de la prepa decían que yo podría haber sido una buena psicóloga. Nunca me llamó la atención estudiar eso, pero creo que con mis amigos soy buena escuchando.

Hay un libro de Rodrigo Muñoz que se llama Psiquiatras, Psicólogos y otros enfermos. Toca un tema similar de una forma bastante humorística. Es un libro chiquito que te leerás de una sentada y que espero te provoque dos o tres carcajadas.

La realidad, todos estamos locos, sólo que a unos les toma más tiempo aceptarlo.. jeje

Un abrazo!

Trini Reina dijo...

Pienso que este señor lo que en verdad necesita es una novia farmacéutica:):)
Dos Orifidal ¡por dios! si me tomo un cuarto de vez en cuando y me deja grogui para una semana. Y el Serotax, si casi destruye estómagos:):)

Aunque no sé si era adicto a los medicamentos o a la spiquiatra...

Un abrazo
Genial, com siempre.

Creo que este tipo de "profesionales" debería ser regulado, porque tienden a enviciar a los pacientes, en vez de darles una solución real, nunca he estado de acuerdo con las pastillas, te hacen dependientes....pero sino dependieras de que vivirían ellos???????

Gasper dijo...

Josef, qué historia tan bien escrita!
Después de haber estado tanto tiempo ausente, es un placer poder regresar nuevamente por tu barrio y sin ayuda de ninguna pastilla, porque recuerdo lo bien que me siento al estar por acá.

Abrazo grande

Enzo Antonio dijo...

Una consulta
dejaste hoy 14/05/08 un segundo comentario en mi blog?,
tengo dudas del origen del mismo. (no quise pinchar la dirección indicada)
Me gustaría que me confirmaras esto.
Gracias amigo.

Abril Lech dijo...

Interactuar sería ya demasiado complejo para una recetadora de este tipo. En una época donde los problemas emocionales se tapan con fármacos hasta el más simple de los sufrimientos es sintético. Muy bueno!

Y uno se queda pensando... ¿Qué es lo que sucede en la vida actual para que sean tantos y tantos los que caminan bajo una nube de pastillas?

Lara dijo...

Vengo a darte las gracias por lo de "la galería de blogs" todo un honor para mí.
Muuuuuuuacks!

: ) dijo...

10 años ? ésta de tenía atrapado y supo como hacerlo !!

fgiucich dijo...

Una excelente descripción del vivir cotidiano. Abrazos.

Anónimo dijo...

ups, dramática historia en verdad, perturbadora, pero me la imaginé muy real. Al leerla no pude evitar sentirme en la piel de tipo y sufrir con él.
Nunca he visitado ni a psicólogos ni a psiquiatras, después de tu historia con menor razón aún, jeje prefiero tratarme solita.

gracias por el link del blog, te ha quedado muy bien
besos

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