viernes, 6 de julio de 2007

7

Dos veces fue suficiente…





Dos veces fui a las Canarias y las dos escapaba de algo. La primera a Tenerife, huía de la traca final de mi unión con mi ex mujer; y fue duro sí. Pero más duro y aciago me resulta este segundo desplazamiento a Lanzarote, puesto que es un viaje a mi interior, no huyo de nadie, sino posiblemente de mí mismo.

Siento carne de gallina, tengo frío, y cualquier cosa u objeto bonito se torna monstruoso ante mis ojos abatidos.

Seis de la madrugada, tomo el avión. Los auriculares adosados a mis oídos, siempre la música: Leonard Cohen, Pretenders, Coldplay. Mi interior bulle mientras voy arrancando a trazos mi verdadera realidad, mi personalidad. El aeropuerto resulta gélido. Demasiada gente ojerosa y perdida ¿como yo? ¿Buscan tal vez un lugar en sus vidas?
Máquinas… Despiden latas de coca cola que enfrían estómagos y los gasean. Tras beber un par comienzo a sentirme volátil, perdido…

Todo discurre rápido, de pronto me hallo amordazado a una butaca. No sé porqué me pertenece, o quizá es ya lo único que me queda en este viaje hacia la nada… Dios. Ni siquiera sé qué busco. No sé por qué el billete a Lanzarote ¿por qué Puerto del Carmen...? Tal vez la entrevista o la entrevista es el pretexto…

Azafatas inquietas, recién maquilladas, tratan de esbozar falsas sonrisas de cordialidad. Algunas son hábiles, se dicen profesionales. El gimoteo de un bebé inquieta a una madre, una azafata acude en su ayuda...

Los destellos del alba acuchillan las ventanillas cual girones de piel reventada. El avión acelera con potencia insólita hasta convertirse en bólido alado, en ave metálica que contradice normas de aerodinámica.

Junto a mí se encuentra un chico joven de tez adulta, lleva un portátil y maneja unas tablas que resultan incomprensibles...

Enseguida nos hallamos sobre una alfombra de nubes blancas como algodón. El pájaro cesa de zarandearse a izquierda y derecha y se estabiliza. Entonces todo se serena y podemos estar seguros de que por una vez alcanzamos la falsa promesa de un cielo prematuro…

Aterrizaje excelente, mullido, como sobre goma espuma. Aplausos.

El avión me libera y descubro el falso esscenario al cual voy a parar. Puerto del Carmen es ya una ciudad cosmopolita: alemana, inglesa, china, italiana. ¿Y qué queda de España? Poco… nada. Menos, hallar el calor y la inocencia de un pueblo. Está enviciada, podrida: El sexo y el alcohol son sus nuevos líderes. Hay más antros de placer por metro cuadrado que bares. Pero sobre todo es ya reino del capital.

Luego el hotel, la habitación, lluvia y soledad me reciben a la vez. Entro a formar parte del carrusel de solitarios. A la noche descubro un chiringo junto a la playa, en el que me siento a tomar refrescos sin alcohol mientras reflexiono sobre cosas pasadas. Hoy ya no bebo. Dejé de hacerlo la última vez que desperté y no recordaba qué hice la noche anterior. Puedo asegurarlo. Es la sensación más estremecedora que uno pueda padecer: Perder la relación el tiempo y del lugar...

Al día siguiente, a las doce del medio día, es la entrevista.
Descubro el local donde quizás vaya a trabajar. Es amplio y está junto al mar. Me gusta pero tampoco me ilusiona. Un hombre de mandíbulas fuertes me recibe. Me observa con desgana. Me hace las tres preguntas de siempre: ¿Experiencia, edad, facilidad de movimientos? Al final alega que deberá ponerme a prueba, pero no esa semana, ya está ocupado, sino la siguiente. Por lo tanto debo volver la semana que viene. ¿Volver? Me pregunto desorientado.

Luego alquilo un coche, visito el Parque Nacional de Timanfaya. Y tras recorrer un buen trecho de hermosa luna que se instaló en la tierra, concluyo el viaje. Pues de pronto, como por sistema, halló respuesta a mi incógnita. No es en la luna donde deseo vivir el resto de mis días, donde quiero encontrar la que será mi pareja, donde pienso trabajar. Necesito regresar, volver a poner de nuevo los pies en el suelo y para ello no es preciso huir sino “afrontar” con decisión los retos de la vida.

A partir de ahí vuelvo a ser alguien.

A la mañana siguiente despierto en la ciudad. Comprometido a luchar en una larga batalla que recibe el nombre de existencia.

José Fernández del Vallado. Josef. 2007.

7 libros abiertos:

Vivianne dijo...

Un nuevo despertar, un nuevo comienzo, lejos, cerca, es optimista el pensar que todo será diferente y porque no sólo hay que hacerlo ahora ya....

Anónimo dijo...

Buena decisión la del personaje. Enfrentarse a si mismo sin huir, sin cambiar de paisaje, afrontando los hechos de su vida cotidiana.

Hola, gracias por tu comentario. Me llena de aliento. Te invito a visitar mi otro blog donde están consignados mis poemas. Espero seguir contando con tus visitas y tus valiosos comentarios.

www.mandalaspoemas.blogspot.com

Un abrazo,

Víctor González Solano
Barranquilla, Colombia

pensarleve dijo...

Hola!
Gracias por tu comentario. Tu hablas portugues?! ¡Aquí se habla español!jajaja
Abraços y hasta pronto! Cuídate!

Anónimo dijo...

josef

buen manejo del texto,entra como de cotidiano,confiesa...busca...pone en plno la geografía material y personal de los otros y aterriza más de una vez...la última con la mínima conclusión máxima:no huir
todo primer paso está dado

esta forma de navegar el relato..donde lo bien contado traspasa la ficción y se instala en un mal real que nos circunda; logra
comunicarse con el lector
me gusto pasar
gracias por tu visita
saludos
surera

Carmen Leyre dijo...

... cuesta encontrarse así mismo, no es fácil pero... tampoco es difícil, lo importante es saber respirar y encontrar ese latido, que nos permite seguir vivos....
buen relato, me adentre tanto en el que parecía que era yo la que ese desasosiego vivia....
te dejo un beso sincero y mi cariño
Leyre,

Unknown dijo...

Gracias a ti por pasarte por mi blog.
Así qué de "Pijuelo".
Saludos desde Madrid.

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