domingo, 9 de diciembre de 2007

26

Volvíamos de África.

Posted in , , Volvíamos de África tras recorrer tortuosos paisajes en Marruecos y Mauritania.
Desafiando peligros inadvertidos recorrimos el perfil de las montañas del Atlas, donde antaño habitaron leones de espesas melenas oscuras, los más hermosos y fieros del mundo, hoy, dicen ya, extintos.

Y visitar suntuosos palacios deslumbrados de promesas y de hechizos, pertenecientes a dinastías tan antiguas o más que las europeas; y compartir te de menta junto a hombres de aspecto reflexivo, mientras nos dejábamos seducir con sus imaginativas promesas inexistentes; y disfrutar del relax de los baños turcos; y adentrarnos en fiestas de libro de las mil y una noches, sintiéndonos vigilados por ojos ocultos tras delicados velos de raso; y continuar día a día un camino no apto para seres humanos, sudar blasfemias, en tanto tratábamos de reparar cualquiera de las múltiples averías del auto; descubrir las mortales cobras o encontrarnos inmersos en una plaga de langostas en el grandioso desierto del Sahára, lugar con lunas de hielo y días brillantes de sofoco agotador.
Pero sobre todo aprendimos a reconocer la nobleza del alma del pueblo bereber, cuando fuimos invitados a sus hogares y en sus poblados todavía sin luz eléctrica.

Volvíamos con los deberes aprendidos, o así lo creímos al menos. Tan sólo nos restaba afrontar las rebeldes aguas del estrecho. Pero hasta aquella noche en realidad nunca las vimos hervir.
Al embarcar en el Ferry que nos llevaría de vuelta a España nuestro deseo se sintetizaba en beber una cerveza bien fría, algo que no habíamos hecho en un mes.
Entramos en el bar. Unos japoneses se disponían a cenar. Soplaba un enérgico vendaval, el mar estaba convulso y sospeché lo que les iba a ocurrir.
El barco zarpó y nada más dejar atrás los diques protectores de puerto, aquello comenzó a parecerse a una noria sin freno. Nuestras cervezas danzaban de un extremo a otro de la mesa, y olas violentas comenzaron a barrer la cubierta. Los confiados japoneses ofreciendo un espectáculo patético, comenzaron a vomitar y al final desaparecieron dejando la mesa en estado de abandono.
Mientras tanto, acostumbrados a aquellos duros vaivenes, un par de marinos echaban una partida de naipes.
Mis amigos se encontraron mal y aligeraron. Finalmente, de madrugada, el Ferry atracó en puerto español. Conduje yo. Cruzamos la aduana sin problemas.

Aún lo recuerdo como si fuera hoy. La noche era oscura y sin luna. Una fina lluvia que brotaba de la oscuridad barría la calzada mientras que el vendaval no cesaba de airear con ímpetu. En a carretera ni un automóvil, ni una luz, ni un ser vivo, excepto nosotros.
Sucedió al entrar a una curva a derechas no demasiado pronunciada pero sí muy amplia, el coche comenzó a deslizarse y pude percibir como flotábamos; e igual que si navegáramos sobre un colchón de agua, comenzamos a girar sobre la calzada. Viramos una, dos, tres, cuatro veces en redondo durante casi cinco segundos, y de forma automática, volvimos a detenernos.
Durante un rato imperó un silencio sepulcral en el interior, en el cual tratamos de reencontrarnos en la penumbra, y preguntarnos unos a otros qué había sucedido. Entonces y solo entonces nos asomamos a las ventanillas y con espanto lo vimos. Habíamos realizado aquellas terribles piruetas al borde mismo de un acantilado que caía a pico sobre el mar y sobre el cual nos habíamos detenido…
Por fortuna no había tráfico, y de haberlo habido sólo Dios sabe qué habría sucedido.
A continuación arranqué y conduje hasta que unos kilómetros más adelante tuve que hacer una parada en un área de descanso, pues de pronto comencé a sentirme mal. Ellos tampoco estaban bien, pero yo me sentía responsable. Ahora sé lo que tenía: ¡Era pánico! Me atacó de una forma tan fuerte que después ya no pude recuperarme y conducir en toda la noche. Tuvieron que hacerlo mis compañeros y amigos.

Hoy sigo aquí y puedo contarlo. Así es la vida. Una lotería en la que igual te sale: “Sigue viviendo” o la eterna papeleta: “Muerte irreversible…”


José Fernández del Vallado. Josef. 2007.

26 libros abiertos:

Mos dijo...

Excelente crónica de un viaje, con sus anécdotas y sus consecuencias.
Esa sensación final de pánico, pienso que irremediable, después de ver la realidad, lo que podría haber pasado.
Todo muy bien contado. Haces que el lector se sumerja en el texto y viva la experiencia.
Por cierto, me gustaría saber el nombre del músico/os que suena cuando abro este blog. Me encanta, sobretodo la parte instrumental con ritmos que me transportan a la India.
Buen blog, de lo mejor que he visto. Te recomendaré a mis compañeros de la esfera.
Un saludo grande de Mos.

Interesante relato.
Y, la vida es, sucede y cada uno la percibe a su manera...

Un abrazo!!!

Lidia

Lograste meterme dentro de tu relato, casi sentí el mismo pánico que ustedes al borde del acantilado.

Una crónica con final feliz... cómo me gusta! :)

Un beso Josef!!

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Visnja Roje dijo...

Josef, algo rara pasa en los blog, algunos se borran , yo hice en el anterior y no está¡¡¡¡¡¡¡.
josef entre la ficción y la realid
hay un paso cortito, este pasje lo encontré buenisimo, paro me quedó la duda era verdad?
Este mes de dic es importante para mi, acercate a mi blog y verás.




un beso .

Visnja

Anónimo dijo...

Josef, has mejorado mucho con el tiempo. Tus escritos lo reflejan. Eres incansable escritor. Reflejas la realidad en esta crónica. ¡Cómo se valora la vida cuando la vemos efímira!
Saludos desde tu ciudad.
Me refería a Io.

Carlos dijo...

...agradezcamos que no pasó a mayores y que puedes contarlo amigo mío.
Gracias por compartirlo.

Vivianne dijo...

Cortito pero muy entretenido, aunque esa experiencia Dios me libre espero que nunca me suceda, los viajes siempre dejan sensaciones y recuerdos que uno facilmente puede plasmar en una historia, aunque a veces tan sólo ocurran en nuestar imaginación, excelente mi JOSECITO!!!

Vivianne dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.

que relato !
que viaje!
que sana envidia !

Maybe dijo...

Estamos en esta vida para sortear a cada paso la muerte, hasta que por fin nos alcance, mientras hay que vivir a plenitud.
Saludos.

alida dijo...

Hola Josef, que belleza ese desplazamiento entre Marruecos y Mauritania, vas explicando ese viaje de palacios y el cruce por el desierto; después sus anécdotas en el ferry hasta llegar a tierra firme España
El paso por la carretera hasta llegar acantilado ufsss que hermoso relato, cierto la vida es así un sorteo
Hermosa música
Un gran abrazo

yole dijo...

Se me ha puesto cara de Sommelier al recibir tu saludo y se me erizaron los cabellos al leer tu relato. Saludos.

Que genial manera de narrar tienes, eres muy ameno y en verdad me sentí acompañante de tu viaje... de eso se trata no?

Un beso!

Me dejaste estremecida con ese final, aunque pude disfrutar de ese viaje...
Un besito y una estrella.
Mar

Los bordes de los acantilados cumplen su deber: infundir respeto. Sobre todo cuando nos hacen un guiño tan intenso.
saudos literarios

DudaDesnuda dijo...

La vida es una enorme partida y hay que estar entrenado todos los días.

Besos y crónicas

Fujur dijo...

El Azar juega a dados con nosotros. Es una caracterísitca de este caótico mundo..... y la gracia de las loterías ;-)

un abrazo!

gorrión dijo...

...te felicito por lo bien que te expresas.Escribes muy bien y comunicas mejor! Un abrazo grande!

Anónimo dijo...

Suerte que después de la odisea que te toco vivir, puedas contarlo en este post; Muy buen relato.
Abrazos.

Gaby Gaby dijo...

Creo que el puro mar me hubiese dejado en estafo de shock... tal vez porque siento un temor inexplicable a sus aguas...
El pánico es capaz de hacernos eso y más... afortunadamente, estas del lado de los vivos para contarlo!!
muchos saludos :)

TORO SALVAJE dijo...

Me ha gustado tu crónica, yo tuve una experiencia parecida, iba de copiloto y no caímos a un precipicio por menos de un metro.

Saludos.

Lindo relato, Josef.
Si bien no estuve por los lugares que relatas (estuve en Sudáfrica), pude volver a experimentar las mismas sensaciones.

Saludos!

ufff...me pusistes los pelos de punta'''..
casi he respirado tu panico...
y es que no tengo miedo a fantasmas ni espiritus de otras dimensiones...
lo que me da miedo es justo eso...
el mar enbravecido...un accidente de automovil, etc...
eso y la maldad humana...
a eso tambien le tengo panico....

menos mal que ese dia brillaba tu estrella...¡¡¡
un beso

Querido Josef:
-Lo más bello de todo tu viaje,sobre todo y me encantó,el desierto de sahara,he visto uno familiar(en fotos)pasando la navidad en mitad de él con su árbolito de navidad y botellita de champaña y mejores amigos,y me ha producido el mismo efecto que ahora contigo,la armonía de disfrutar la vida,y lo agradecida de ella al no permitirles ír aún,grandiosa vida!que te dió la oportunidad de seguír trasmitiendo tus anécdotas en letras.

-Un beso.

BalaNegra dijo...

La vida es una ironía... sobrevives a mil y una situaciones de peligro para acabar muriendo atropellado por un borracho, tropezando en unas esclaeras, o patinando con una mancha de aceite...

Seguidores

Total Pageviews

LinkWithin

Recados, saludos y mensajes.

LinkWithin

Powered By Blogger

Google Website Translator Gadget

Mis visitas

Facebook Badge

Post más vistos